El sector del automóvil está revuelto, es un hecho. Hace una semana se comunicó la dimisión de Wayne Griffiths, CEO de SEAT y Cupra y una de las personas con más peso en España en dicha industria, como presidente de ANFAC. Todo se debe, en sus propias palabras, a la inacción del gobierno respecto a la electrificación. Esto adquiere una gravedad especialmente relevante, si tenemos en cuenta que hablamos de uno de los más fervientes defensores e influyentes del vehículo eléctrico y la descarbonización. Y el hartazgo está justificado. Noruega, Bélgica, Reino Unido, Alemania y Portugal han introducido diferentes medidas (en algunos casos ya hace años) con el fin de acelerar la transición hacia el vehículo eléctrico y redirigir el mercado hacia productos sin “fecha de caducidad” para poder realizar esta transición de manera ordenada y eficiente. La clave está en la eficiencia.
Decir que España está al otro lado del espectro, supondría posiblemente para algunos una ligera exageración. No obstante, no cabe duda de que podemos decir que actualmente se encuentra rezagada en cuanto a eficacia de medidas, normativas y leyes. Así lo muestran los números, donde el 5,4% de matriculaciones de vehículos puramente eléctricos durante el último ejercicio la sitúa en las zonas bajas de los rankings europeos. Pero si esto ya resulta preocupante, lo más alarmante, a pesar de las promesas y mensajes lanzados en público por parte del gobierno, es seguir sin saber qué acciones se tomarán a corto plazo y la sensación de inmovilismo que se percibe desde ciertas instituciones y queda plasmada con la dimisión de Griffiths. Esto no ayuda a la hora de dar ese empujón tan necesario al vehículo eléctrico, todo lo contrario, crea nerviosismo. Al final, más vale un "toma" que dos "te daré".
Dicho esto cabe preguntarse qué áreas urge reformar en España con el fin de alcanzar niveles parecidos a los demás países en cuanto a matriculaciones de vehículos eléctricos. Aunque resulte tedioso mencionar siempre este dato, nuestros vecinos portugueses llegan en algunos meses a triplicar a España en ventas de coches eléctricos, por no mencionar otros países que están más avanzados. No hay que engañarse, poner en marcha medidas ambiciosas en países donde la renta media es alta es mucho más fácil. Esa es la realidad; el dinero lo hace todo más sencillo. Pero resulta que no hablamos de un país nórdico, ni tampoco de Suiza o Austria. Entonces, ¿qué hace Portugal que nosotros no seamos capaces de hacer?
Lo primero y más esencial, pasar de las palabras a los hechos. Sabemos que las cosas de palacio van despacio, pero una cosa es ir despacio y otra, a paso de tortuga. Hay que darle la importancia necesaria a esta transición para que se produzca en los plazos previstos.
Pero hablando de medidas concretas, en el caso de Portugal cabe destacar su fiscalidad referente a los vehículos, que utiliza un claro sistema bonus-malus para premiar la elección de coches con motorizaciones eléctricas, así como penalizar la elección de los automóviles más contaminantes. Esta lógica se ve aplicada en la mayoría de las normativas y tributaciones referentes a los vehículos, ya sean de empresa o particulares. No obstante, varias medidas fiscales solo se aplican a los primeros y reformar esas normativas en concreto resulta clave, dado el peso que tienen en el total de las ventas de vehículos nuevos. Retribución en especie, desgravación del IVA o el impuesto de sociedades son algunas de las medidas que se pueden mencionar en este aspecto y cuya reforma ha funcionado en el país vecino. Sin olvidarnos del efecto directo que tiene el canal empresa sobre la oferta disponible en el mercado del vehículo de ocasión, fuente principal a la cual acuden los particulares a la hora de adquirir un vehículo.
Por otra parte, necesitamos dar un empuje al coche eléctrico si queremos que los vehículos se sigan fabricando en España. Aunque no hace falta recordar la importancia que tiene el sector dentro de la economía del país y su peso en el PIB (7,7% y 9% de empleo directo e indirecto según el sector), son datos que deberíamos tener presentes. Hace unos días Carlos Tavares, CEO de Stellantis, expuso nuevamente que su grupo no va a producir baterías en lugares donde prácticamente no se adquieren eléctricos, poniendo así un claro signo de interrogación sobre la fábrica de baterías en Zaragoza. Y es que no se puede permitir que en casa del herrero haya cuchillos de palo.
No creo que sea cosa de no querer realizar cambios. De hecho creo que hay ideas muy buenas, así como personas capacitadas para llevarlas a cabo. Es más un problema de eficiencia. Demasiados cabos sueltos, demasiadas situaciones en las cuales las potestades son demasiado complejas o donde el poder ejecutivo no recae en el organismo más capacitado para hacerlo (o bien en el que no lo pone entre las prioridades). Una burocracia que ralentiza. Esto desemboca en una situación donde no se realizan las reformas necesarias, donde los puntos de recarga se instalan pero no todos están operativos, donde las ayudas llegan tarde y además se gravan. Resumiendo: falta eficiencia…
… y valentía para mejorar está situación. Quiero ser optimista y de verdad espero que en los próximos meses veamos los cambios necesarios para impulsar la electromovilidad. Pero para eso hacen falta hechos reales: órdenes a dar, responsabilidades que asumir. Si no, me temo, que nos veremos “un año más”, como diría la canción de Mecano, esperando unos resultados que no llegarán porque no se hizo lo que se tuvo que hacer, y con España aún más rezagada en electromovilidad, y con algunas de las potenciales inversiones, y los miles de puestos de trabajo ligados a ellas, esfumándose en el olvido. El momento de convertir de verdad a España en un gran núcleo europeo de electromovilidad es ahora.
Esta tribuna fue originalmente publicada en el diario económico Cinco Días, el 20 de junio de 2024.
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