Los cultivos para biocombustibles siguen expandiéndose por todo el mundo a pesar de ser responsables de un 16 % más de emisiones de CO₂ a nivel global que los combustibles fósiles a los que sustituyen. Según un nuevo estudio, utilizando solo el 3 % de la misma superficie terrestre para energía solar se produciría la misma cantidad de energía.
Para 2030, los cultivos destinados a la producción de biocombustibles requerirán una superficie equivalente a la de Francia, lo que lo convertiría en el sexto país más grande del mundo en términos de uso de tierra cultivable.
Actualmente, se queman en los automóviles cada día el equivalente a 100 millones de botellas de aceite vegetal, lo que significa que una quinta parte de todo el aceite vegetal ni siquiera se utiliza para la alimentación.
De media, se necesitan 3.000 litros de agua para recorrer 100 km con biocombustibles.
Solo el 3% de la tierra de cultivo que se usa ahora para biocombustibles de primera generación podría producir la misma cantidad de energía con paneles solares.
La producción mundial de biocombustibles emite un 16% más de CO₂ que los combustibles fósiles a los que sustituye, según un nuevo informe de Cerulogy elaborado a petición de de T&E. La misma superficie de tierra podría alimentar a 1.300 millones de personas, mientras que utilizando solo el 3 % de esa superficie para paneles solares se produciría la misma cantidad de energía. Con una demanda, que se prevé que aumente al menos un 40 % para 2030, T&E pide a los líderes mundiales que se reúnen en Brasil para la COP30 que acuerden limitar la expansión de una solución climática que está resultando contraproducente.
Hoy en día, el cultivo de plantas para su uso como combustible ocupa 32 millones de hectáreas de tierra, aproximadamente el tamaño de Italia, para satisfacer solo el 4% de la demanda energética mundial del transporte. Para 2030, se prevé que esta cifra aumente en un 60%, hasta alcanzar los 52 millones de hectáreas, lo que equivaldría al tamaño de Francia.
Los biocombustibles son responsables actualmente de un 16% más de emisiones de CO₂ a nivel mundial que los combustibles fósiles a los que sustituyen, debido a los impactos indirectos de la agricultura y la deforestación. Se prevé que, para 2030, los biocombustibles emitirán 70 MtCO₂e más que los combustibles fósiles a los que sustituyen, lo que equivale a las emisiones anuales de casi 30 millones de automóviles diésel.
Esto supone un enorme desperdicio de terreno, afirma T&E. Utilizar solo el 3% de este terreno para la energía solar produciría la misma cantidad de energía. Dado que los vehículos eléctricos son mucho más eficientes que los coches de combustible fósil, ese 3% de energía solar sería suficiente para alimentar cerca de un tercio del parque automovilístico actual del mundo.
Bosco Serrano Valverde, responsable de combustibles sostenibles en T&E: «Los biocombustibles son una solución climática terrible y un desperdicio asombroso de tierra, alimentos y millones en subvenciones. Garantizar un equilibrio sostenible entre la agricultura y la naturaleza es esencial para hacer frente a la crisis climática, y quemar cultivos para obtener combustible solo nos empuja aún más en la dirección equivocada. Utilizar solo el 3 % de la tierra que actualmente destinamos a los biocombustibles para instalar paneles solares produciría la misma cantidad de energía. Eso dejaría mucha más tierra para la producción de alimentos y la restauración de la naturaleza. Los gobiernos de todo el mundo deben dar prioridad a las energías renovables frente a los biocombustibles derivados de cultivos».
A pesar de que los biocombustibles avanzados y derivados de residuos se promocionan cada vez más como soluciones más limpias, el análisis muestra que el 90 % de la producción mundial de biocombustibles sigue dependiendo de los cultivos alimentarios. En 2023, la industria de los biocombustibles consumió alrededor de 150 millones de toneladas de maíz y 120 millones de toneladas de caña de azúcar y remolacha azucarera. En total, cada día se queman en los automóviles el equivalente a 100 millones de botellas de aceite vegetal, lo que significa que una quinta parte de todo el suministro de aceite vegetal ni siquiera se utiliza para la alimentación. La energía de todas estas materias primas podría satisfacer las necesidades caloríficas mínimas de hasta 1.300 millones de personas.
El análisis de T&E muestra que los cultivos para biocombustibles requieren cantidades significativas de agua dulce. Conducir un coche 100 km con biocombustibles de primera generación requeriría una media de cerca de 3.000 litros de agua, mientras que solo se necesitarían veinte litros para hacer funcionar un coche eléctrico con energía solar. Dado que el cambio climático ejerce una presión cada vez mayor sobre los suministros de agua, esto podría incrementar aún más el estrés hídrico, advierte T&E.
Brasil es uno de los productores de biocombustibles de más rápido crecimiento y está alcanzando a Estados Unidos, el mayor productor mundial de biocombustibles. El país ha decidido recientemente suspender su moratoria sobre la soja, que protege la Amazonia de la deforestación provocada por el cultivo de esta planta. Canadá y la India también se encuentran entre los países que aumentarán masivamente su producción. El análisis de T&E se basa en las políticas y estrategias gubernamentales existentes; sin embargo, la demanda de biocombustibles también podría experimentar un aumento masivo para su uso en el transporte marítimo y la aviación, como parte de sus esfuerzos por encontrar alternativas a los combustibles fósiles.
«La decisión de Brasil de levantar la moratoria sobre la soja resulta cada vez más preocupante a la luz de esta expansión de los biocombustibles. Como anfitrión de la COP de este año, cabe esperar que Brasil impulse el uso de más combustibles renovables, pero los biocombustibles no deberían formar parte del debate. De lo contrario, corremos el riesgo de hacer más daño que bien», ha concluido Bosco Serrano.
T&E insta a los gobiernos a que, a la hora de elaborar políticas climáticas, protejan mejor contra los biocombustibles que contribuyen al desbroce y la deforestación. Los fondos públicos deben dar prioridad a la electrificación inteligente, la eficiencia y las alternativas verdaderamente sostenibles, y no a soluciones falsas, afirma el grupo.
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